"Las casualidades no existen, sino las causalidades", es una famosa sentencia mistérica. Y totalmente de acuerdo el día de hoy estoy, ya que me pasaron 3 hechos insólitos aislados pero relacionados con la Reencarnación.
Estaba releyendo "El Arte Completo de la Brujería" de Sybil Leek, y hoy me tocaba empezar el capítulo de Reencarnación; esta mañana encontré entre mis archivos descargados el día de hoy, un documental acerca del "Karma y Reencarnación" (por cierto muy interesante, pero muy eshpañolízimo), y por último, alguien me solicitó algún libro relacionado con la Reencarnación... En fin, cosa de no creer.
Por ello aquí transcribo parte del artículo del capítulo Reencarnación (pág. 171) de Sybil Leek:
Al hacerme mayor, he comprendido perfectamente que el dogma de la reencarnación es la parte más esencial y la que da más sentido a la Vieja Religión. Desde entonces no he dudado en hacer esta afirmación. Nosotros, los brujos, creemos que el espíritu que habita en un cuerpo humano emigra a otros hasta que, adquirida la suficiente experiencia, se eleva al infinito por la espiral del cosmos. Nosotros no creemos en la resurrección, porque el cuerpo es el vehículo del espíritu, igual que el cerebro e el órgano de la mente. El cuerpo es la parte funcional, física y tangible del hombre, que permite a otra parte –el espíritu– igualmente funcional, mas totalmente intangible, ser parte de las tres áreas (cuerpo, mente y espíritu) del hombre completo. En la enseñanza de las máximas va implícita la idea de que el hombre es un compuesto de esas tres partes separadas, que en él se funden para darle sus dimensiones.
La mente sirve al hombre para pensar y, en grados variables, para razonar. Parece lógico suponer que el que razona es capaz de obrar racionalmente. Sin embargo, el razonamiento humano puede verse influido diversamente en sus consecuencias por multitud de factores –sociales, culturales, etc.– que pueden hallares dentro o lejos de su ambiente habitual. En pocas palabras: la mente puede ser utilizada por toda persona que tiene un cerebro funcionando, pero puede asimismo ser utilizada por otros. El espíritu también es parte intangible, pero menos sensible a agentes externos. Habita un cuerpo humano, algo así como el generador en un coche, por un período limitado –la vida- y durante este tiempo atraviesa una serie de experiencias. Es una fuerza pulsante que cede y recibe a la vez, algo así como la exhalación y la inhalación. Si pudiera verse el espíritu, igual que vemos el generador y cargador de la batería, podríamos ver cómo él se recarga también a base de las experiencias vividas. Sobre la mente se ha escrito mucho. Hay quien sostiene que es ella la que sobrevive después de la muerte, pero esta teoría parece perder relevancia cuando se estudian las implicaciones de la reencarnación del espíritu.
La evolución espiritual del hombre es para nosotros tan importante como la física, pero desgraciadamente, la mayor parte de los hombres no dedica a lo espiritual ni la mitad de la atención que dedica a lo físico. No cesamos de buscar medios para perfeccionar el cuerpo, como ejercicios, cosméticos, etc., pero el espíritu, la fuerza cohesiva que une mente y cuerpo, lo dejamos que cuide de sí mismo. Claro que, en definitiva, cada uno sabe lo que tiene que hacer con su espíritu y es muy dueño de hacerlo, sin que nadie le imponga su voluntad ni sus teorías. Lo cierto es que en la degradación humana, el más bajo nivel es aquel al que se llega cuando “se mata el espíritu”. ¡Cuánta gente regresó de los campos de prisioneros habiendo sufrido innumerables torturas físicas! Pero sólo cuando es torturado el espíritu nos damos cuenta del último y más grande de los horrores: el temor al vacío, la idea de que, al no haber esperanza en la vida, la muerte es también algo fútil.
Para los brujos la muerte no tiene ningún sentido macabro, pues al creer en la reencarnación, aquélla adquiere ante nosotros una importancia similar a la vida. Lo que se siembra en la vida puede recogerse, a menudo con beneficio.
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