(Fuente: "Arte Completo de la Brujería", de Sybil Leek, pg 125)
Nuestra filosofía contiene tres principios basados en viejas máximas y orientados a la consecución del bien supremo o último fin.
Primero: Saber lo que se hace y evitar lo que no debe hacerse. Un brujo no debe dejar incompleta la obra que se ha propuesto acabar, ni dejarse llevar por contratiempos que esté en su mano eludir.
Segundo: Por lo que afecta a sus afectos y aversiones, debe trazarse una norma de conducta manteniendo siempre el equilibrio debido, absteniéndose de hacer cosa alguna sin previa y cuidadosa meditación.
Tercero: Debe ponerse a salvo de todo error o aprensión, estar seguro de sí mismo tanto en su vida íntima como en sus relaciones con los demás.
El primero de estos principios se refiere de una manera especial a las pasiones, impulsos que se desatan por causa de nuestro fracaso en obtener o impedir alguna cosa. Ese fracaso nos produce trastorno, dolor, lo que llamamos infortunio, y consecuencia de éste son los lamentos, la envidia, los celo y otros desórdenes que nos ofuscan la razón, primera de las facultades rectoras del hombre, la que nos dignifica y eleva a la categoría de seres racionales.
El segundo principio de esta filosofía se refiere al logro de un equilibrio con relación a lo antes expuesto. Nadie pretende que sea uno tan insensible a las pasiones como una estatua. Todo consiste en saber dominarlas y encauzarlas, guardando siempre el necesario equilibrio en nuestros deseos y aversiones.
El tercer principio se aplica mayormente a los aspirantes y al género de vida que éstos deben seguir. El aspirante a brujo, que no se haga ilusiones al abordar por vez primera las ciencias ocultas. Si salen a su encuentro los ritos alucinantes del satanismo, vuduismo y otras manifestaciones del mismo cariz; si él mismo se cree un superdotado, omnipotente como un dios, entonces resultará que es víctima de un espejismo, de una falsa ilusión. Tendrá que desandar y reemprender el camino. Si por otra parte, su forma de vida le trae preocupado, inquieto, temeroso como en las pesadillas, y le asusta la perspectiva de verse solo o ser motivo de risa para los demás, debe volver igualmente al punto de partida. Si quiere de veras emprender el aprendizaje con miras a la iniciación y la aceptación total de la brujería como una antigua religión oculta, antes que nada debe aprender a confiar en sí mismo, pero esa confianza no debe fundamentarse en falsas premisas. Es el escollo en que muchos aspirantes tropiezan, creyendo que se trata de algo superior a sus fuerzas. Y así es, efectivamente, en bastantes casos, pero no deben desanimarse, que siempre habrá lugar suficiente para nuevos doctores en brujería, aunque para su iniciación se siga un criterio limitativo.
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Recomiendo seguir leyendo el libro el cual es bastante interesante.
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(*) Modifiqué la palabra bruja que figura en el texto por brujo para que sea inclusivo a ambos sexo. La verdad que me parece una pérdida de tiempo escribir cada cosa en su masculino y femenino (ej.: niños y niñas, los estudiantes y las estudiantes, etc.)
1 comentario:
Muy bueno el blog. Mucha información interesante para que lo pueda leer por rato. Te estare visitando muy de seguido.
Un abrazo desde El Salvador.
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